gratuitamente a quien lo quisiera. Jesús no había venido a condenar, pues los hombres estaban ya bajo condenación ante Dios y ante su propia conciencia. Lo que necesitaban era rescate. Jesús sabía esto e ilustró el anhelo de Dios con parábolas. En una de ellas, una mujer deja todos sus quehaceres para buscar la moneda perdida. En otra el pastor del rebaño arriesga su propia vida para hallar a la oveja perdida. En una tercera parábola un padre recibe con celebración el regreso de su hijo pródigo.
Pages 65–66